Silvia Guarnieri y Miriam Ortiz (extracto del libro «No es lo mismo»)
Esta distinción entre preocuparse y ocuparse te ayudará a decidir en qué momento es mejor ocuparte y pasar a la acción, y de esta forma descansar y vivir de un modo más equilibrado.
La palabra preocupar proviene del latín praeoccupāre y significa ocuparse antes o anticipadamente de algo. Cuando nos preocupamos, le damos vueltas y más vueltas en la cabeza a las diferentes alternativas, sin apreciar ninguna solución que nos satisfaga. Sentimos la amenaza, sopesamos los riesgos, anticipamos las consecuencias más funestas, pasamos noches en vela sin poder descansar o pensar en otra cosa, pero somos incapaces de tomar decisiones, porque no vemos opciones, ninguna de las posibilidades nos parecen adecuadas. La preocupación nos mantiene encerrados en un círculo vicioso.
Cuando nos ocupamos de algo, tenemos un plan de acción y la sensación de que hay una oportunidad, una posibilidad de resolver la situación. La conversación interna es totalmente diferente, nos permite descansar porque sabemos que estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano para lograr aquello que deseamos o para resolver una situación dada.
L a diferencia fundamental entre preocuparse y ocuparse está en el estado de ánimo que se genera en cada caso. La preocupación genera emociones asociadas a conversaciones de «no posibilidad», que cuando se prolongan en el tiempo, acaban cristalizando en un estado de ánimo «preocupadizo», que se instala de forma continua y en el que ya todo es causa de preocupación. Sin embargo, cuando elegimos ocuparnos, las conversaciones de posibilidad generan emociones mucho más positivas, porque nos sentimos con capacidad para resolver los problemas de nuestro día a día. Al actuar, además, las preocupaciones tienden a desaparecer. La acción es el mejor antídoto para el estado de ánimo «preocupadizo».
La preocupación se asocia a anclarnos en un lugar en el que no es posible encontrar opciones, porque pensamos que no hay nada que se pueda hacer, que el problema no depende de nosotros, que no tenemos capacidad para resolverlo: «esto no depende de mí, no hay nada que yo pueda hacer, la culpa la tiene X, si no hubiera hecho/dicho aquello, no me vería en esta situación». Nos colocamos en el centro de la escena y atribuimos la causa de nuestras dificultades a elementos externos o a terceras personas. Por eso podemos darle vueltas y más vueltas a nuestros asuntos, incapaces de buscar opciones, quejándonos y sintiéndonos desvalidos e impotentes.
Cuando nos preocupamos , vivimos cualquier situación de la vida como un problema. Sin embargo, cuando nos ocupamos el problema puede ser valorado como un reto, como una oportunidad. En definitiva, puede transformarse en acción.
Un cliente comentaba que llevaba una semana muy preocupado, porque había pedido en su empresa un traslado a Barcelona, ciudad en la que quería residir por motivos personales. Durante los días siguientes a su petición y mientras esperaba una respuesta, se sentía totalmente alterado: apenas dormía, pensaba todo el tiempo en lo que iban a decirle y en las consecuencias de una posible negativa.
–Lo que más me fastidia es que no puedo dejar de preocuparme y, al mismo tiempo, no puedo hacer nada. Estoy en sus manos –decía.
–¿De quién depende la decisión?
–De mi jefe fundamentalmente. Si él diera el OK, no habría ningún problema para mi traslado.
–¿Y qué puedes hacer tú para ayudar a tu jefe a tomar la decisión?
–No sé, creo que ya he hecho todo lo que podía, yo hablé con él, se lo pedí… Ahora la pelota está en su tejado.
–Dices que has hablado ya con tu jefe. ¿Qué otras acciones puedes emprender tú para ayudar e influir en la decisión de tu jefe?
–Pues no sé, porque yo ya le dije lo que necesitaba y lo importante que era para mí.
–Hablas mucho de lo que tú necesitas. ¿Qué ganaría la empresa o tu jefe, si tú te trasladaras a Barcelona?
–Pues la verdad es que no se me había ocurrido enfocarlo así, porque resulta que algunos de mis clientes más importantes están en Barcelona, ¡Podría atenderlos mejor si estuviera allí! Seguro que si hago unos números, le demuestro que podríamos tener un ahorro. También podría haberle dicho que no es necesario que la empresa haga ningún esfuerzo económico y que yo asumiría todos los gastos del traslado.
–Has visto alguna opción que antes no tuviste en cuenta. ¿Qué vas a hacer ahora?
–Creo que tengo que tener otra conversación con mi jefe inmediatamente y plantearle esto que hemos hablado.
–De acuerdo. Una cosa más. Imagina que, a pesar de este nuevo enfoque, tu jefe te niega el traslado. ¿Qué otras opciones te quedan?
–Pues, ninguna. Al menos, en esta empresa, claro. Porque en ese caso, podría buscar alternativas de trabajo en Barcelona. De hecho, esto es algo que tal vez también debería saber mi jefe, la verdad, porque de una u otra manera, estoy decidido a marcharme, así es que si la empresa no me lo facilita, acabaré buscando otro trabajo.
–¿Cómo te sientes en este momento?
–Pues mucho mejor, la verdad, mucho más animado y con ganas de ponerme en acción, ahora que veo opciones. Es que estaba obsesionado, no sabes cuánto. Me sentía como atrapado, y creo que era eso lo que me hacía sentir peor. Y ahora mira, con qué facilidad han surgido dos o tres ideas muy interesantes que pienso poner en práctica inmediatamente
Lo valioso de esta distinción entre preocuparse y ocuparse es que todos nosotros tenemos la capacidad de elegir dónde queremos ubicarnos y de decidir qué queremos hacer.
Si quieres profundizar en el tema o crees que estás anclado en la preocupación podemos ayudarte.
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